Por Gustavo Ocando Álex / Maracaibo / gocando@laverdad.com
Venezuela viste hoy la piel del barco pesquero naufragado más famoso.
Vive su crisis perfecta. La constelación de la tragedia se ha alineado a
la perfección en el país. Una gigantesca ola socioeconómica amenaza con
arrastrarnos a la miseria
El Andrea Gail es
el Titanic de los pescadores. Su eslora de 22 metros, su amplia manga,
su angosto calado y los seis miembros de su tripulación conforman hoy el
ícono superlativo del naufragio piscícola. Es aquel famoso barco que el
28 de octubre de 1991 desapareció engullido en el océano Atlántico por
un fenómeno climatológico extraordinario conocido como “la tormenta
perfecta”.
Su estructura verdiblanca se desparramó por el
impacto feroz de olas nacidas en las gargantas del huracán Grace y dos
tormentas provenientes del Atlántico y Canadá. La tempestad, eternizada
en la película de George Clooney y Mark Wahlberg, produjo rompientes de
hasta 30 metros de altura. Insoportable para la desventurada
embarcación.
Venezuela viste hoy la piel del Andrea Gail. Toda
su complexión recibe latigazos brutales que laceran su carcaza. Se
avería el congelador de sus arcas, repletas en otrora. Su tripulación y
capitán desesperan ante la inminencia del caos. En sus entrañas se pudre
el millonario tropel de peces espadas capturados durante años. Su
delgada y pálida contextura no luce ganadora en las apuestas. Es víctima
de la crisis perfecta.
La constelación de la tragedia se ha alineado a la
perfección: inflación anualizada de 62 por ciento, escasean tres de cada
10 productos en los anaqueles, el contrabando de alimentos se acerca a
40 por ciento en los estados fronterizos, la inseguridad, desbordada y
enfurecida, nos convierte en el país más peligroso del mundo; aumentan
las tarifas de un servicio intermitente de electricidad; se secan los
embalses; está en ciernes el incremento del producto más barato (la
gasolina); suma enteros la desconfianza en el líder; no se hallan las
medicinas ni los insumos más básicos y pare usted de contar tanta
desdicha.
El Andrea Gail debía haber vuelto al puerto de
Gloucester el 26 de octubre. Terminó, cuatro días luego, destrozado. Los
guardacostas apenas hallaron un puñado de restos, su radio baliza y una
balsa inflable sin nadie a bordo. Venezuela debió ser la Arabia del
Caribe, la nación más poderosa, rica e influyente. Pero una ola
socioeconómica de 30 metros de altura amenaza con revolcarla en su
camino hacia la miseria.
Y Maduro no es William “Billy” Tyne. A diferencia
del capitán del Andrea Gail, quiere aparentar que todo está controlado y
que esto mejorará. El líder pesquero fue, al menos, sincero en su
última comunicación conocida: “La tormenta va a venir, muchachos, y va a
venir muy fuerte”.
"Todavía hay venezolanos confundidos que creen
que este es un problema de Maduro, que ha cometido errores en la
política económica. ¿Problema de Maduro? No. ¿Y la guerra económica de
contrabando de extracción y la ola especulativa, acaparamiento, el acoso
internacional a las cuentas de la República de dónde vienen?”
Nicolás Maduro. Martes 26 de agosto de 2014
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