miércoles, 5 de marzo de 2014

Solución democrática

Lo urgente es que cese la represión. Pedir la renuncia de un presidente electo es antidemocrático y es un grave error político. Solicitarle a la OEA y a su Secretario General que intervengan es una lamentable pérdida de tiempo
SERGIO MUÑOZ BATA Los Angeles, EEUU


Por más repugnante que nos resulte atestiguar cómo un gobierno asesina y reprime violentamente a quienes protestan contra el desgobierno, pedir la renuncia de un presidente electo es antidemocrático y es un grave error político. Por menor que haya sido el margen de la victoria de Nicolás Maduro y por más que las condiciones electorales hayan sido desfavorables para la oposición, el resultado de la elección no es negociable. La intolerancia no se combate con más intolerancia.

Tampoco tiene mucho sentido proponer que el Gobierno de Estados Unidos imponga sanciones individuales en contra de funcionarios del Gobierno venezolano como sugieren los senadores Marco Rubio y Bill Nelson de Florida y Bob Menéndez de Nueva Jersey. Si se les quitan las visas estadounidenses para que vacacionen con sus familias en la Florida, con el dineral que tienen quienes viven del presupuesto venezolano cambiarían el Disneylandia de Orlando por el Disneylandia de las afueras de París y seguramente comerían mejor en el de Francia.
"Si Estados Unidos le impone sanciones a Venezuela", me dice Charles Shapiro, quien fuera embajador de Estados Unidos en Venezuela, "en vez de ayudar a los venezolanos el gobierno de mi país le facilitaría a Maduro señalarnos como el enemigo e instigador de las protestas".
Pedirle a la Organización de Estados Americanos y a su Secretario General, Miguel Insulza, que intervengan para detener la represión es una lamentable pérdida de tiempo. Desafortunadamente ni la OEA ni Insulza sirven para nada. "Después del término de César Gaviria", me dice Shapiro y coincido con él, "la OEA se ha convertido en un club de presidentes y primeros ministros cuya función principal es protegerse los unos a los otros. Es una especie de sindicato de presidentes".
Ante la inutilidad de la OEA y la difícil situación de Estados Unidos para siquiera actuar de mediador en la crisis venezolana, el resto de naciones democráticas de la región debería tomar el liderazgo y expresar libremente su repudio a la represión del Gobierno de Maduro contra los manifestantes y no esconderse bajo el pretexto de la no-intervención.
"Hay razones de sobra para que la región presione y condene: las tácticas de mano dura del gobierno contra los manifestantes estudiantiles y de la oposición, la violencia cometida por grupos armados apoyados por el gobierno conocidos como colectivos (van ocho muertos y decenas de heridos); severas restricciones a la libertad de expresión, y la persecución política de los líderes de la oposición, como Leopoldo López", escribió hace unos días Michael Shifter, presidente del Diálogo Interamericano. Al día de hoy, la cuenta de muertos se ha duplicado.
Del silencio cómplice habría que rescatar las palabras de tres presidentes de la región, Sebastián Piñera de Chile, Juan Manuel Santos de Colombia y Ricardo Martinelli de Panamá, cuyos exhortos por la paz y la concordia y ofrecimientos para mediar en la crisis fueron groseramente rechazados por Maduro. Especial mención merecen las palabras de Piñera, quien con enorme elegancia respondió a las intemperancias del venezolano.
"Quiero decirle al presidente Maduro que en Chile tenemos una democracia y un Estado de Derecho, y por tanto, el Gobierno no tiene facultades de encarcelar a nadie, ni a estudiantes ni mucho menos a líderes opositores".
Que los líderes de Argentina, Bolivia, Brasil, Uruguay y Paraguay expresen su apoyo a Maduro no es sorprendente, es congruente con su condición de admiradores de los hermanos Castro y de la dictadura a la que han sometido al pueblo cubano por más de medio siglo.
Es evidente que en última instancia la responsabilidad por la crisis recae en esa mitad más uno que eligieron a Maduro y antes a Hugo Chávez. Catorce años de despilfarro de recursos en Estados clientelares como Cuba, Nicaragua y los países del ALBA han profundizado la crisis económica del país creando una escasez generalizada de bienes básicos e índices de criminalidad descomunales. Sin embargo, ahora les toca a todos los venezolanos intentar encontrarle solución al problema antes de que el país se caiga a pedazos.
Lo urgente, sin embargo, es que cese la represión. En ese sentido algunas de las propuestas del líder de la oposición Henrique Capriles podrían servir como punto de partida para establecer las reglas de una convivencia democrática en Venezuela. Libertad para los detenidos y justicia para los victimados; desarme y desmantelamiento de los grupos paramilitares; discriminación de la protesta pacífica y respeto a los derechos humanos; selección de un mediador, quizá la Iglesia Católica, y conformación de una comisión de la verdad que represente al país entero; apertura de los medios públicos y detener la presión contra los medios privados no son propuestas descabelladas.
La invitación de Capriles a regresar a la cordura debería contar con el apoyo no solo de quienes apoyaron su candidatura presidencial sino de un porcentaje razonable de quienes escogieron a Maduro pero hoy se han dado cuenta de que durante su corta presidencia el país ha ido de mal en peor. Sin represión y con un mínimo de garantías democráticas hay que esperar una solución negociada o al próximo ciclo de elecciones para elegir nuevo liderazgo.

Fuente: TalCual.com

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