- Nelson Bocaranda Sardi
El
libro “Afiuni, La Presa del Comandante” que mañana viernes presenta el colega
Francisco Olivares, un respetado y acucioso periodista de investigación del
diario El Universal, estoy seguro asombrará, dejara boquiabiertos y provocará
una reacción entre sus lectores que puede ir desde el estupor a la rabia, de la
vergüenza a la protesta, de la sensación de impotencia a la angustia colectiva,
del asco por un gobierno forajido a un grito ante el mundo reclamando justicia.
El
centro de la obra periodística de Olivares es la Jueza Maria Lourdes Afiuni
sobre la que Olivares compone una historia que encierra el drama del secuestro
de las instituciones democráticas, la tragedia de toda una república, en torno
a esa mujer encerrada, a esa cruel paradoja que implica la transformación en
víctima de alguien que solo hizo lo que la nación le había encargado:
administrar justicia.
En su
libro “Afiuni, la presa del Comandante” (publicado por la editorial La
Hoja del Norte), el veterano reportero de investigación ingresa al mundo íntimo
de la juez para recuperar su espantoso paso por la cárcel, así como el
testimonio del banquero, Eligio Cedeño, cuya excarcelación trajo la ira de todo
un Estado.
Por
primera vez la doctora Afiuni revela el infierno al que fue sometida tras
haberle decretado el presidente Hugo Chávez, en cadena nacional, una prisión
con la máxima pena, solo por demostrar que manejaba -y sigue manejando- la
justicia de Venezuela y que sus órdenes se cumplen a pie juntillas. Orden
militar. De arriba hacia abajo sin protesta. De abajo hacia arriba con mas
énfasis en la adulancia ciega para demostrarle al caudillo que cuenta con los
sumisos para que los premie aceleradamente -y por encima de cualquiera otra
consideración- con el acceso a la bolsa monetaria del
estado-gobierno-partido-militares-funcionarios.
Aquí
reseño parte de varios capítulos de la conmovedora y a la vez indignante
historia de una funcionaria judicial venezolana, una dama con historial limpio
en la administración de justicia en la que hoy predominan los funcionarios
venales cuya obsecuencia roja rojita es la única credencial para sus ascensos.
Las
violaciones a su integridad, incluyendo la mas sagrada para una mujer, son
confesadas, entre lagrimas pero con mucho aplomo, por la doctora que se ha
convertido en un símbolo de la resistencia nacional ante los abusos de los
Derechos Humanos, de la debida justicia, del respeto mínimo al ser humano en un
régimen en el que los llamados “pranes” controlan las cárceles venezolanas.
Prepárense
los lectores para lo que muchos no han creído en estos 14 años de abusos e
injusticias.
Afiuni
no se ha presentado como una víctima buscando consideración, misericordia o
lastima. Lo hace como una guerrera que con su nombre en alto -y en el de toda
su familia- busca dar a conocer lo que yace tras el gobierno militar-cívico de
Hugo Chávez.
Paradójico
que los únicos que han tenido acceso al expediente que cuenta su terrible paso
por el antro de perdición que es solo una de las tantas cárceles venezolanas,
hayan sido el propio Presidente Hugo Chávez Frías y la Comisión de los Derechos
Humanos en la oficina de Naciones Unidas en Ginebra.
Cuando
muchos pedimos libertad para la Afiuni -entre ellos me cuento solidario desde
que el mandatario se operaba en Cuba- la única respuesta que obteníamos, desde
lo mas alto del poder, era ésta: “ya esta en su casa en prisión domiciliaria y
eso es lo más que le otorgaremos”.
Desde
mucho antes, confieso, supe de las vicisitudes y vejaciones que la abogada -que
había sido ejemplo dentro de la PTJ por la calidad de sus ejecutorias- había
sentido en su humanidad, en su cuerpo y en su espíritu.
Felicito
a ella y a Francisco por dar a conocer al mundo una realidad que subyace en el
sistema judicial y penitenciario del país que acaba de reelegir por seis años
más, para llegar a 20, al caudillo responsable de todo lo que aquí se cuenta.
Debo
aclarar que estos son trozos, segmentos, partes relevantes, de varios capítulos
conmovedores del libro que ya está en las librerías. Me tomé la libertad de
darlos a conocer pues considero que sus revelaciones tendrían que dar pie a una
seria investigación en un gobierno serio…¿más adelante?
Es
un abrebocas de lo que el lector se encontrará al toparse con sus páginas:
EL INOF TERRIBLE
El
INOF es un penal que tiene grandes dimensiones y tiene muy poco personal de
custodia. Se puede decir que es un penal tranquilo en comparación con otros en
los que se han desatado verdaderas guerras.
En
penales como El Rodeo, Yare, Sabaneta y otros se han organizado verdaderas
mafias que desde la prisión controlan el tráfico de armas, de drogas y el
secuestro. En esos penales los “pranes” pusieron en jaque a las fuerzas
públicas al enfrentarlos con armas de alto calibre, granadas y todo tipo de
explosivos. Incluso en dos ocasiones sitiaron al propio Ejército.
En
el INOF operan otras reglas del juego, aunque diferentes, no por ello menos
violentas. “En esa prisión de mujeres se podría armar un motín en cinco minutos
porque no hay suficiente control de custodias ni de la Guardia Nacional”,
asegura Afiuni.
La
jueza estaba en un área muy cerca de la entrada del penal y desde allí podía
observar la poca vigilancia. Hay seis garitas que rodean el penal y más de una
vez al asomarse notó que en las garitas no había nadie.
“A
lo mejor era que se acostaban a dormir”, razona Afiuni. “Todos los penales del
país, son centros que se ‘autogobiernan’”…Pero a diferencia de otros penales,
en el INOF no existe la figura del pran, que son líderes internos que controlan
el penal, los negocios ilícitos que se manejan desde adentro…
En
el INOF la directora del penal es la que maneja todo. Pero, según pudo
corroborar Afiuni, ella ejerce ese control a través de los grupos de internas a
las que les da concesiones. Esas son las que llaman “machitos”.
Cuando
una prisionera ingresa por primera vez al penal, sea quien sea, la norma es que
a la recién ingresada la mandan al Praga. Una zona de reclusión muy temida
ubicada en el piso tres. Es el peor pasillo, advierte la jueza. Allí están los
machitos…
LAS MACHITOS
Las
mujeres “machitos” son las líderes del penal. Ellas manejan el tráfico de
drogas, alcohol, la prostitución y en especial a las reclusas. A las nuevas
internas suelen enviarlas al “Praga”, el área más peligrosa. A la machito que le
toque el “turno” ese día, esa nueva interna es suya. Cada una de ellas tiene su
grupo de reclusas.
“Por
ejemplo —explica—, en ese piso había 150 mujeres. En todo el penal hay 953
reclusas. En el “Praga” la nueva reclusa debe someterse a sus deseos: tiene que
bañarlas, tener sexo oral con ellas, en fin dejar que ellas la pongan a hacer
lo que quieran. Buscarles la comida. Se convierte en su esclava. Y así pues, la
nueva interna va ascendiendo en la medida en que va respondiendo y adaptándose
a las leyes de convivencia…“Eso sucedía en el INOF con la directora del penal.
Y no había concesiones. Todo el mundo participaba en eso…“La directora sentía
más simpatía por las custodias lesbianas porque sabía que, a través de ellas,
podían controlar al resto de las internas. La directora del penal tal vez era
lesbiana y acosaba a ciertas internas. Por ejemplo la interna que a mí me
pasaba el desayuno era la mujer de una de las machitos. Allí se armó un
triángulo amoroso muy delicado entre la directora del penal, una custodia y
ella. Ella terminó convirtiéndose en homosexual en el penal. Se armó una
situación muy grave y de alguna manera me salpicó a mí porque ella era la
interna que me ayudó a mí. Entonces convirtieron a la interna que me ayudaba en
“informante” de todo lo que yo hacía para mandárselo a la directora, bajo la
amenaza de que la mandaran a otro penal o la mandaran al “Praga” para
perjudicarla.
“Ese
tipo de situaciones se veía muy a menudo. Eso es delito. En el artículo 374 del
Código Penal se establece que se considera violación, aún sin violencia, cuando
la víctima está bajo la custodia de la otra persona. Eso es violación y tiene
una pena de 15 a 20 años. La directora con sus custodias lo hacen
constantemente. Utilizan su figura para someter a las otras para tener
relaciones con ellas, a cambio de dádivas, de mantenerlas en un lugar de mejor
calidad que al resto. Y la mayoría estaba en ese juego”.
Esa
realidad estaba asentada en el INOF. La presión por sobrevivir, el miedo a ser
agredida, lograr mejores condiciones. La mayoría de las internas terminan
adaptándose a esa situación y entregándose sexualmente a las más fuertes. O tal
vez las condiciones infrahumanas del penal conllevan a la búsqueda del afecto,
la protección y hasta el calor de otro cuerpo humano.
“Eso
ocurría, a pesar de que a las internas se les permite la visita conyugal.
Muchas tienen esposos y hasta tienen hijos estando prisioneras. Allí muchas
internas salen embarazadas y tienen a sus bebés dentro del penal. Por ello hay
zonas exclusivas para madres que están amamantando…
MÁS PODER QUE LAS CUSTODIAS
“A
más de una vi con su esposo cuando les daban visita conyugal. Y esa misma
interna mantenía relaciones con otra de las internas con la que compartía la
celda. No sé en qué consiste pero de cada diez mujeres nueve son lesbianas en
el INOF, y si no lo son se convierten. Puede ser también un problema de
supervivencia o tal vez de soledad. Pero el estatus perfecto y normal dentro
del INOF era que tuvieses una pareja. Y si es una custodia o una machito
entonces estabas en lo alto de la pirámide del poder. Eso era lo máximo. Porque
de hecho una machito tiene más poder que una custodia. Yo me percaté de que en
el pasillo donde yo estaba todas tenían relaciones sentimentales o sexuales con
custodias. O con autoridades administrativas del penal. No necesariamente era
la directora”…
ACOSTUMBRÁNDOSE AL HORROR
A
María Lourdes se le hizo familiar y se fue acostumbrando que cuando avanzaba la
madrugada se escuchaba el portón del pasillo que indicaba que alguien había
entrado. En los primeros días, María Lourdes buscaba la manera de trepar hasta
la pequeña ventanilla para mirar entre las rendijas de la ventana. Entonces
veía a una de esas custodias ingresar a una de las celdas.
Afiuni se preguntaba
“¿cómo pueden tener relaciones si son seis las que duermen en cada celda?” Se
tapaban con sábanas entre las camas y se entregaban al amor con la placidez y
tranquilidad que aseguran esas horas antes del amanecer.
“Eso
es una promiscuidad compartida”, pensaba Afiuni.
En
las noches se repetía el espectáculo, eso era pan de cada día. Todas las
noches….
LA ENFERMERÍA DEL INOF
….Pero
esas no eran las únicas escenas. Las celdas del pasillo en el que se encontraba
María Lourdes quedaban justamente debajo de enfermería del INOF. Y en ese
espacio tenía lugar cierto tipo de encuentros un poco más intensos, como de
fiestas y sexo.
“¡Qué
te puedo decir de lo que yo escuchaba!”, subraya con asombro.
Solía
preguntar a las internas de la celda de al lado sobre las risas y los gritos
que escuchaba y que se mezclaban con la música estridente, pero nadie le daba
razón, había una suerte de código de silencio sobre lo que allí ocurría.
Afiuni
les aseguraba que cómo era posible que no escucharan nada. Les decía, “¡Pero es
que la camilla se va a reventar!”
Dice
que junto a la música escuchaba gritos, jadeos, voces. Eso duraba hasta las
cinco de la mañana.
“Y
todo el mundo se hacía el pendejo”.
“No,
yo no escuché nada”, era la respuesta de las otras reclusas.
Estaba
segura de que allí, en esa enfermería, entraban hombres. Los fines de semana
permitían entrada de hombres, posiblemente de la Guardia Nacional o tal vez
gente que venía de afuera especialmente a esa suerte de club nocturno. Más
tarde se dio cuenta de que había algunas de sus vecinas que a medianoche eran
trasladadas a ese piso.
Se
percató de ello luego de que una noche observó que a una interna de al lado la
sacaban. La identificó porque tenía una forma muy particular de reírse y su
risa siguió escuchándose desde la parte de arriba y al mismo tiempo se mezclaba
con voces masculinas. Entonces cayó en cuenta de que allí también había
prostitución. Era otro negocio que todos compartían. Eso ocurría todos los
fines de semana.
Su
observación se agudizó y descubrió que también sacaban internas y las llevaban
al comando de la Guardia Nacional. Como su celda estaba cerca de la entrada y
tenía vista de la entrada lateral del penal, podía observar los extraños
movimientos nocturnos. Podía identificar el ruido cuando se abría la puerta que
indicaba cuando entraba alguien a las dos o tres de la mañana. La mayoría de
los guardias nacionales eran hombres, aunque había unas tres mujeres que tenían
también un aspecto bastante masculino. Pero ellos nada más podían entrar al
penal durante el conteo de internas. Cuando se llevaban a algunas internas en
la madrugada las veía salir muy bien arregladas y a las cinco de la mañana
regresaban. Muchas veces, las custodias se iban con los guardias nacionales y
dejaban cuidando a todo el penal a una sola custodia y un guardia afuera. Y
regresaban a las cinco de la mañana todos ebrios. Cuando algunas internas
vecinas le tomaron confianza a la jueza, le contaron sobre esas andanzas
nocturnas. En una ocasión una interna formó un escándalo porque “su mujer” se
le había ido de rumba con los guardias nacionales.
EL AISLAMIENTO
Por
motivo de un posible atentado con gasolina la doctora Afiuni “pasó cinco días
recluida en el comando de la Guardia Nacional. Cuando la regresaron a su celda,
la Fiscalía pretendió meterla en una celda que está en el área administrativa,
cuya puerta es de acero. Es una celda de aislamiento conocida con el nombre de
“tigrito”. Allí colocan a las internas que resultan un peligro para el resto de
la población. Es una celda castigo que también se utiliza para personas de alta
peligrosidad. La celda de aislamiento no tiene luz, no tiene baño, no tiene
ventilación y su existencia ha sido denunciada por ilegal y violatoria del los
Derechos Humanos. Afiuni se negó a entrar allí. Así que amenazó con iniciar una
huelga de hambre si la enviaban para esa celda”… “Ante la negativa de Afiuni
decidieron devolverla a su celda”…
LAS REVELADORAS GOLPIZAS
Narra
como….”de pronto se despertó tirada en el suelo. Le taparon la cara y le dieron
una golpiza. Tiempo después le aparecería una lesión en un seno que pudo haber
tenido su origen en esa golpiza.
Las
atacantes eran mujeres, “machitos”, pero junto a ellas cree haber escuchado una
voz masculina, aunque duda y piensa que tal vez era una de las machitos que
suelen tener una voz varonil. De la golpiza le quedaron marcas de hojillas en
las piernas, moretones y heridas en varias partes del cuerpo. Le dieron
patadas. De ese ataque también se le originó una lesión en el vientre y
en la vejiga que un año después requeriría de una operación.
Esos
ataques mostraban que habría órdenes de amedrentarla, de hacerle la vida
difícil dentro del penal ¿Serían órdenes de arriba? ¿O tal vez iniciativas de
las autoridades del penal para lograr reconocimiento ante sus superiores?
Son
preguntas que se hacía la jueza…Los detalles indicaban la complicidad
manifiesta, dado que las mujeres atravesaron dos portones que solían estar con
candado, llegaron y entraron a su celda. El grupo provenía de otra área y pasaron
a ese pasillo que es una zona que no les correspondía.
Una acción que indicaba
que también estuvieron involucradas custodias e internas de esa área…
EL
ATAQUE QUE PREFIERE OLVIDAR ES LA MÁS DRAMÁTICA REVELACIÓN QUE AFIUNI HACE A
FRANCISCO OLIVARES EN EL LIBRO:
“En
los primeros meses de reclusión sufrió varios ataques y situaciones de amenaza.
Pero en el mes de julio, a siete meses de estar en prisión, ocurrió otro
ataque.
Afiuni
tiene muy claro que allí participaron funcionarios del Ministerio del Interior
y Justicia. El mal episodio tuvo como escenario la emblemática enfermería.
Aquel lugar que con el tiempo comprendió que era sede de francachelas, de
parrandas eternas, de prostíbulo. En algunas ocasiones ella había observado que
a ese lugar, en ocasiones era conducida alguna reclusa a medianoche en contra
de su voluntad. Desde allí se escuchaban gritos, ya no de festines, ya no de
jadeos sugestivos, sino de terror.
¿Qué ocurría en esos traslados inesperados?
Ni las propias reclusas relataban lo ocurrido en esos misteriosos paseos
nocturnos. Muchas veces se preguntaba cuándo sería su turno.
“Fueron
hechos muy delicados que no he denunciado —confiesa—. Eso lo tiene la ONU y no
lo tiene más nadie.
“Yo
no sé si es bueno decirlo o no. Pero eso no lo sabe nadie, ese es un informe
confidencial que nada más… ni mi familia lo sabe. Ni mi hija lo sabe. Lo tiene
un abogado en Ginebra. A raíz de ese episodio fue cuando me enfermé y me
sacaron el útero. Fue en la famosa enfermería. De hecho me estoy tratando con
sicólogos. Pero eso es algo que tampoco quise llevar a la luz pública. Pero
allí lo tenemos. A la única persona que se le entregó ese informe y que fue
puesto en sus manos fue al Presidente Hugo Chávez.
Lo tiene Chávez y lo tiene
la ONU.
“Eso
fue en la enfermería del INOF. Déjame decirte, no sé si debo decirlo porque no
sé quién haría eso. Pero luego yo fui descubriendo cuáles internas pudieron
haber participado en la primera golpiza que a mí me dieron. Hoy por hoy todas
esas internas están muertas. Te digo que yo no tengo nada que ver con eso. A
una la sacaron y llegando a otro penal la apuñalaron con un chuzo.
Casi todas
murieron chuciadas fuera del penal.
“Ahora
dime tú, ¿qué sentido tiene eso? ¿Quién ordenó eso? Porque yo particularmente
pienso que esas instrucciones no vienen del Ejecutivo, o del Presidente,
sinceramente, no lo puedo creer”.
LA VIOLACIÓN…LA PARTE MÁS DURA DEL LIBRO
La
conversación se vuelve sumamente tensa: las lágrimas no dejan de fluir, María
Lourdes intenta no decir la palabra a la que muchas mujeres le rehúyen, que
tratan de borrar cuando se encuentran en esa desesperada situación. Me
contengo, no interrogo. Ni siquiera busco alguna fórmula para normalizar la
tensión, me paralizo. María Lourdes mira hacia el fondo de la sala como
escrutando si su papá o su mamá están merodeando por allí. Al comprobar que no
están y seguimos solos, en un tono muy bajo sigue el relato.
“A
mí me sacaron el útero pero me encontraron seis miomas… Yo tuve una pérdida en
el penal”.
¿Cómo,
por qué? Pregunto de un salto sin poder contener la reacción.
“La
violación…”
La
confesión de un episodio tan cruel, tan íntimo y doloroso nos obliga a tomar
una pausa para que los sentimientos se expresen sin obstáculos. A pesar del
dolor que expresa casi temblando presiento en ella como un desahogo, como quien
se ha desprendido de una pesada carga. Luego de la breve pausa toma fuerzas y
sigue adelante.
“Después
de eso yo no paraba de sangrar. Yo tenía ya 47 años. Fue hace exactamente un
año. En septiembre comencé con los problemas. En diciembre me dijeron que tenía
que operarme de emergencia. A pesar de todo lo ocurrido, de las evidencias
ofrecidas, el juez Alí Paredes, quien conocía la causa, le dio largas al
asunto, no accedía a facilitar mi tratamiento y me operaron en febrero, varios
meses después de lo sucedido. El episodio ocurrió en julio, ya tenía siete
meses presa. Yo tuve una falta del período en agosto y a finales de septiembre
me di cuenta de que además había quedado embarazada”.
Comprendí
entonces que en ese momento era necesario apagar el grabador, cerrar la libreta
y permitirle a María Lourdes un momento de intimidad, de recogimiento. Me habla
de su hija, de sus padres a quienes siempre ha intentado mantenerlos alejados,
hasta donde es posible, de su tragedia personal. A veces eso no es posible y el
grupo familiar debe compartir la carga, endurecerse frente al drama y mirar
hacia delante. Esa es la actitud que percibo en la familia Afiuni Mora. Le digo
que en adelante ella no habla y actúa por ella sola. Que sin quererlo habrá de
hacerlo por muchas otras mujeres que nunca han sido escuchadas, que nunca han
tenido voz. Es un dilema que solo ella puede resolver.
LA REFLEXIÓN DEL PERIODISTA ENTREVISTADOR:
Me
despido llevando una responsabilidad para con ella y su familia. Un compromiso
conmigo mismo de narrar con responsabilidad las horas vividas con “la presa del
Presidente”.
Al
salir hacia la autopista, en dirección a mi oficina en El Universal recibo un mensaje de texto.
Miro de reojo sin perder la atención en la vía. El mensaje es de María Lourdes.
Solo dice:
“Gracias”
“.
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