Tu fuiste alcalde cuando yo gobernadora. Dimos lo mejor de nosotros, nunca
tuviste palabras altisonantes contra mí.
Tu artículo de la semana pasada, Fernando, sobre Simón Sáez Mérida, aquel
joven profesor resistente a la dictadura del penúltimo autócrata militar de este
país, me tocó fibras profundas. También fue mi profesor, tan admirado, que sobre
sus carismáticas cualidades docentes hasta un poema juvenil quise escribir. Días
del Liceo Baralt, que descubro que en parte compartimos, con profesores cálidos,
magníficos queridos, como Ulises García, María Cristina Belici, Matos, Héctor
Rumay, Margarita Molero, que nos llevaron de la mano por las sombras de nuestras
ignorancias hasta la pasión por conocer.
Aprendimos mucho, demasiado tal
vez.
A leer (de verdad, entendiendo las lecturas). Simón Sáez tenía ese
ingrediente particular: venía como un pájaro, daba lecciones increíbles, de las
cuales la mejor era verlo repentinamente desaparecer, a sus “conchas”, quién
sabe adónde, para escapar de la siniestra Policía del sátrapa, y seguir, sin
embargo, resistiendo en la lucha política por la libertad. Salía yo después,
acompañada de mis compañeros favoritos, por el kilómetro que llamábamos del
liceo, libros bajo el brazo, en el que fue un extenso camino hacia el
futuro.
Tu fuiste alcalde cuando yo gobernadora, luego competimos por cargos y,
aunque veníamos de esquinas diferentes, en aquel mundo más decente, nunca
tuviste palabras altisonantes contra mí. Siempre fuiste un caballero (uno de los
últimos que aún me abre la puerta del auto para que yo entre), culto,
distinguido, enamorado de Maracaibo. Ciudad que tenía un duende, decías con
razón. Dimos lo mejor de nosotros y somos los mejores amigos.
Era la democracia vivida. A Simón Sáez tal vez lo destruyó prematuramente su
fuego de civil intransigente. Venezuela tiene hoy jóvenes valientes, se acabó la
“generación boba”. Y también profesores críticos y civilizados. En este país
atribulado por un poder enloquecido con armas y con jueces, ¡yo sé que la
resistencia tiene los siglos contados!
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